Era una noche fría y tenue de invierno, Claris se encontraba plácidamente recostada sobre su mullida cama, cuando por la ventana un reflejo, la hizo levantarse súbitamente. Se acercó sigilosamente hacia el ventanal y frotándose las manos vio como una gran estrella fugaz recorría el cielo imparable, rompiendo el marco estrellado de la tranquila noche. Se encontraba perpleja ante tal hecho ya que era la primera vez que veía la majestuosidad de una atravesando el horizonte. Mientras tanto cerró los ojos con fuerza pidiendo un deseo.

Una delicada lágrima acarició su rostro y fue entonces cuando abrió sus ojos y oteó el horizonte, le parecía tan cercano que creía que un sólo paso valdría para sobrepasarlo, ver su esplendor, tocar la luna, regalarse un estrella. Sólo bastó una palabra, una palabra que trajo el viento desde los confines del mundo y por la cual abandonó la tierra, se alejó del horizonte, se exilió del mundo

Las campanas no dejaron de sonar, el viento no dejó de traer sus lamentos, en sol no volvió a aparecer dejando su lugar a la noche, lugar en el cual una estrella se dejó ver por primera vez.

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