Mujer en la ventana

Cortos

Parada frente al balcón de mi departamento, los primeros rayos de luna que atraviesan los contornos de aquel ventanal, me avisan, que se acerca la hora. Iluminando tenuemente, cada rincón de la habitación. El constante tic tac del reloj de pared se mezcla en una danza rítmica, con los fuertes latidos de mi pecho. Mi cuerpo lo sabe, lo presiente. En un movimiento sigiloso, corro las delicadas cortinas de Gual, las cuales se adhieren a mi cuerpo desnudo, acertando en un cálido abrazo. Dejo entre abierta la puerta y enciendo un cigarrillo, mirando fijamente el cielo oscuro. La fresca brisa que entra por la ventana, me eriza el vello, provocándome un leve escalofrío, para nada comparado con el sobresalto que experimentan mis poros, cuando aquellas manos rozan sutilmente mi rostro, cubriéndome los ojos. Aquellas que espero incansables noches en vela. Aquellos besos que no son míos, sino ajenos, casi vagabundos. Un abrazo mesquino, un aliento tan ardiente, que con solo respirarlo puede asfixiar hasta matar.

¿Que soy yo, sin esos gestos? Esa mirada que me hipnotiza, cuando me enfado porque has llegado tarde, pero sin importarme nada, te rodeo con mis brazos y me susurras al oído:
“Me estabas esperando María…”
Acaricias los finos mechones de cabello que caen sobre mi frente y los peinas con tus dedos. Me tomas ferozmente arrojándome a la cama, mientras succionas cada parte de mi ser. Un lecho, donde los incontrolables gemidos se adueñan de la paz de la noche y donde los intensos movimientos, hacen que mi cuerpo se estremezca. Solo tú sabes como hacerlo, sabes que parte debes tocar, para que yo, en un solo grito me retuerza de placer. Toco tu cuerpo y apoyo suavemente mi cabeza en tu pecho, el incesante Bum Bum de tu corazón me dice que estas vivo, a mi lado. Eres mío, de mi propiedad. Levantas mi barbilla, y me regalas una picara sonrisa. Me besas en la nariz y bromeas con eso, te propino un golpe y nos reímos juntos. Siento mi corazón estallar, soy tan feliz.

Miras tu reloj de muñeca y mi hermoso sueño se derrumba. El tiempo no se detiene y este nos aplasta, avasallante, como la más fuerte avalancha. Te levantas y te corres de mi lado, tomo tu mano para evitar que te vayas. La aprietas fuertemente y la posas sobre la almohada. Te vistes rápidamente, en silencio, ya no se oyen aquellas carcajadas de antes. Te observo inquieta y un tanto nostálgica. Tomas tu abrigo y sacas tu billetera del bolsillo trasero, dejando dinero sobre la mesa de luz, como aquel que deja una nota de despedida. Te acercas a mí, mientras me cubro el rostro con la sábana, como una niña caprichosa a la cual, le han arrebatado su juguete. Me brindas tu beso más cariñoso y te marchas. Pero antes de tocar la puerta, giras sobre tu hombro y me dices:
“Volveré, mi bella María…”

La puerta se cierra y tú noble figura se disipa en el silencio de la noche que resta, solo los sollozos que trató de ocultar, tapándome la boca con mis dos manos, me atraen hacia la realidad. Soy una persona fuerte y aun con lágrimas en los ojos puedo, convencerme a mi misma de que estoy bien. Solo me queda decir por lo bajo y esbozando una sonrisa: “Siempre te estaré esperando, mi amado y pasajero amor…”

¿Seguro que no quieres darnos tu opinión?