Entré en la habitación y ella se estaba cambiando Sólo vestida con la ropa interior, sentada en el borde de la cama, se me quedó mirando, yo me di la vuelta para salir, pero me paró, con un hilo de voz tan suave que creí que me lo estaba imaginando me llamó, y me pidió que entrara. Cuando cerré la puerta y me giré hacia ella ya estaba de pié y caminaba lentamente hacia mí. Se paró a menos de un palmo de mí, con la cabeza agachada, y en una postura que delataba tanta fragilidad que apenas pude resistirme a abrazarla, la acerqué a mí sin prisa, y ella apoyó las manos en mi pecho, mi mano bajó desde el hombro hasta su cintura lentamente, acariciándola con suavidad. Alzó la mirada hacia mí, y empezó a decir algo, pero no podía oírlo, estaba completamente perdido en su mirada, en esos ojos marrón oscuro, intensos, profundos, que sólo con mirarme me hacían sentir desnudo. No sé que ha dicho, pero en cuanto ha acabado hunde la cara en mi hombro y se junta un poco más, noto como su pecho se hincha al respirar, y huelo su pelo, huele a frutas, pero no sé qué quiere que haga, y me da miedo no hacer nada. Acaricio su larga melena negra y consigo que me mire otra vez, acerco mi cara a la suya poco a poco, me detengo y espero a que ella termine lo que yo he empezado. Se acerca hasta que sus labios acarician los míos, son suaves y tiernos, y empieza a invadirme una sensación cálida, el tiempo se para a mí, todo se detiene a mi alrededor, nada importa salvo ella, noto su respiración, caliente, acariciando mi piel. Abre un poco la boca y yo también, su lengua acaricia la mía. La acerco a mí, y noto su piel morena, perfecta y suave contra la mía, se acaba el beso, y abre los ojos, apoya su frente contra la mía y me sonríe tímidamente, mi reacción me decepciona, apenas si le devuelvo la sonrisa, me odio por ello, pero a ella no parece molestarle, y empieza a desabrocharme la camisa, me la quita, y con una mano guía a la mía desde su cuello, hasta el cierre del sujetador. El momento me supera, y mi corazón empieza a descontrolarse, noto los latidos, fuertes como golpes de martillo en las sienes y casi por todo el cuerpo, pero consigo calmarme lo justo para desabrocharlo sin grandes vacilaciones, muy lentamente se lo quito, y veo como la tela de encaje negro se desliza por su pile hasta que se queda en mi mano, lo suelto y la vuelvo a besar, me ha soltado el botón de los pantalones. Mi mano sube desde la cintura hasta el pecho, mientras le muerdo suavemente el lóbulo de la oreja, y bajo besándola por el cuello y hasta la clavícula. Ella ha entrelazado sus piernas con las mías, y me rodea con los brazos. La llevo hasta la cama y con cuidado la hago sentarse, mientras le vuelvo a morder la oreja consigo tumbarla, bajo la mano por su cuerpo hasta llegar a su ropa, y muy despacio empiezo a quitársela. Se debate un poco contra mí, asique paro. Se aparta un poco y me mira, no dice nada, se levanta, y se las quita. Sube una rodilla a la cama, me coloca boca arriba, y se sienta a horcajadas sobre mí, apoya las manos en mis hombros, y me mira hacia abajo, con el pelo cayendo sobre mí como el agua de una cascada. Se muerde el labio inferior. El resto sucede como en un sueño, todo es perfecto, o al menos para nosotros, cuando acabamos, se queda a mi lado, mirándome, pero sin decirme nada, sólo me pasa la mano por el pelo y me sonríe, yo la sonrío también y le paso el brazo por la cintura para acercarla y poder abrazarla, las horas pasan y seguimos el uno con el otro, abrazados hasta que sucumbimos al sueño. Llega la mañana, y unos finísimos hilos de luz me despiertan, y la veo, aún abrazada a mí, durmiendo tranquilamente entre mis brazos. Le aparto con la mano libre los mechones de pelo que le tapan la cara, y en mis labios aflora una sonrisa, me siento tonto por esto, pero es que de verdad me hace sentir feliz. Tengo que levantarme, pero no sé cómo hacerlo para no despertarla. Creo que lo he conseguido, y mientras voy caminando oigo como me dice tan bajo que casi no me creo que me lo haya dicho de verdad, ¿Por qué te vas ya? De pronto me siento como si de verdad me fuese a largar sin decirle nada. Me doy la vuelta para decirle que solo iba a por un desayuno para los dos, pero me la encuentro de pié tapada solo por la sábana, que es tan fina que estando como está de espaldas a la ventana con el sol detrás deja ver por completo la silueta. Se acerca a mí a paso lento tirando de la sábana tras de sí, y cuando está justo a mi lado, se inclina y me dice al oído, no te vayas, quédate conmigo. Acto seguido se da la vuelta y camina hacia la cama regalándome la más hermosa vista que podría haber pedido. Antes de sentarse, se gira y entre unas risas adorables suelta la sábana y me llama con el dedo…

¿Seguro que no quieres darnos tu opinión?