Tiempos Violentos – Capítulo V

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La brisa del verano mecía con suavidad el aire que me rodea, mientras gozaba de una hermosa vista de la luminiscente luna, en todo su esplendor, que no podía sino hacerme recordar el anhelo que perseguía de forma incansable mi alma. Aunque llevase aquel traje de ébano, y pudiere parecer un ser despiadado o sombrío miraba sin miedo al pasado que martillaba mi corazón. La noche caía como un telar de fina seda que solo las estrellas se atrevían a decorar, mientras oía el silencio de una ciudad cansada que yacía dormía, mas mi ardiente pasión proseguía intacta, completamente despierta. Buscando entre las figuras opacas a aquella mujer, buscando con más fiereza que antes, deseando probar sus labios, mientras el amor me llenase de toda dicha. Porque detrás de los tormentos solo me quedaba una sola esperanza.

Y es que resultaba inevitable ansiar con todas mis fuerzas que me abrazase para nunca abandonarme, que su melodiosa voz susurrase a mi oído “te amo”, hasta el punto en el que no halla diferencias entre ella y yo, y es que el deseo me hace amar el recuerdo tanto o más que ya me es imposible vivir el presente sin mirar atrás. Seré culpable de mis fobias que me arrastraron lejos, ahora me encuentro solo con ellas y sé que no tengo nada. Somos al fin y al cabo lo que nuestra memoria nos dicta, así que quiero creer que vivo en una vida junto a ella, mas aunque no disfrute ni pueda oír su voz, que es lo que más desearía para sentirme seguro, queriendo saber que existe algo más bello en este mundo que aquello para lo que he sido un canalla seguidor.

Pudiendo detenerme ante los problemas de los que dispongo por encima de todo lo que ha sido, esperando volver a ver su sonrisa como el único de los deseos que pediría a Dios si me oyese. Oler su perfume embriagador y notar el calor de su cuerpo tomándome por la cintura. Alcanzar a sentir en los momentos de desértica soledad que una voz me saca de ahí como una cuerda, pero existen dudas que me hacen pensar que he de ser racional. El mundo no es una bella flor que nos hace amar, es posible que incluso el amor sea un desperfecto que hayan ideado para engañarnos, mas no dejo de creer en ello cuando siento que me va a estallar el corazón y que en el fondo de mi alma no se puede sino malvivir para quien no ama. Es solo la máscara que se ha abierto paso destrozando la humanidad que me quedaba, como si de un virus que me haya corrompido, pero aún guardo algo, algo de inocencia que me hace soñar con tus besos, esa inocencia que me hace dichoso con solo saber de ti, esa inocencia que me hace amarte aunque no estés cerca de mí, porque lejos de las relaciones frías y pasajeras, existe algo real que no se puede comprar ni vender. Algo que trasciende de lo que este humilde hombre se atreve a comprender, algo tan profundo y deseable que no hará que cese por ti mi amor.

Pudiera llegar la hora y el día en el que los sueños se desvanezcan, en que los hombres no odien, ni amen, en el que no haya maldad, ni bondad, pudiera llegar el día en el que las orillas del mar no dibujen con apresurada perfección los pasos de tus píes viniendo hacia mí con el amanecer iluminándote. Pudiera llegar el día, pero hoy, no es ese día, ni esa hora, y por supuesto yo, no soy ese hombre. Aunque fuese por un solo instante en el que se paren los segundos te puedo asegurar que sería capaz de llevar al mismo cielo la silueta de tu rostro. Que el valle de los infortunios cerrará hoy sus puertas, pues he caminado sobre él y contigo lo he vencido. Es por ello que no se ha de traducir mayor fe que la voluntad de amar que me hace querer vivir, sonreír. ¿Cómo quieres que te lo explique? No hay palabras que puedan describirlo, déjame besarte y podré decírtelo con mayor fortuna.

La noche se desvanece, como mis sueños y fantasías que corren junto a ella para dar paso a la triste luz del día. Mis ojos siguen abiertos, y las lágrimas no dejan de caer, no quiero que acabe mi hermosa tela que cubre mi alma de ébano, no quiero perderme ni el más mínimo segundo de ella. Porque aún espero que venga tu aroma. Aquel balcón era la última barrera, más al horizonte no había.

Solo durante la fugaz noche desnudo mi alma y destapo a ese hombre que sigue anhelándote, mañana al alba volverá el villano, repudiaré lo que soy y mostraré la seriedad de mi odio, pues soy también un soldado leal a su causa. Mostraré mi rabia y mi furia y no pararé hasta arrebatarles a los demás su incompleta pasión. Ella de la que no puede ni equipararse con la mía, usaré términos maniqueos y radicales, sin disfrutar del tiempo dado, todo ello porque no estás tú. Así que ojala no despierte al alba, hasta que caiga el sol, pudiendo continuar con nuestro amor.

Me vestí con mi chaqueta y me subí a mi Porsche negro, un bonito coche descapotable que no es más que mera excusa ante la verdadera falta que jamás nada ni nadie llenará en mi corazón. Cogí un ramo de flores que tenía guardadas de crisantemos y los deposité en la tierra de dónde nacieron. Delante de la dura y eterna piedra…

“Luz de mi corazón. Violet.”

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