Despues De La Tormenta Llega La Calma – Capítulo 9

Yaoi

Decisión Amarga.

Esa noche pudo dormir sin complicaciones, el deseo que tanto reprimió en su interior por tantos años, había erupcionado aquella tarde como el más violento volcán y trayendo consigo una traicionera calma, se digno a descansar.
Iluminando los primeros rayos de sol, sobre la ventana de la habitación de Nicolás, el anuncio, de que el día esta por comenzar, era dado. El sacerdote se levanta, asea su imagen y comienza por preparar sus pertenencias. Debe de estar listo pronto, ya que saldrá en el primer tren de las 7.00hs. Toma su bolso y se dirige al exterior de la capilla. Cierra las puertas de ésta, invadiéndola por completo el silencio. Se segura de no olvidar nada y mira hacia todos lados como esperando algo, Ernesto el casero, ha venido a buscarlo, lo llevara la estación del tren.
-Fue muy amable Ernesto en querer llevarme. Muchas gracias.
No es nada padre. Cuídese.
Durante todo el camino hacia la estación, Nicolás recuerda aquel momento con Albert, y como sucumbió ante él. Nunca había tenido intimidad con ninguna persona, pero la sed de placer, lo enloqueció al punto de convertirse en otra entidad. Una totalmente ajena a toda santidad. Las imágenes que circulaban en su mente y las nuevas sensaciones experimentadas en su cuerpo lo hacían sonrojar al punto de exaltarlo.
-Padre ¿se siente bien? esta de color rojo.- expresó Ernesto un poco desconcertado.
-EH… no. Debe ser el cambio de ambiente. Hace mucho que no salgo del pueblo.-Que estoy haciendo debo tranquilizarme.- pensó Nicolás.
En la estación la gente se agolpa, todos están apurados, deben concurrir a sus trabajos, a visitar familiares o en busca de nuevos destinos.
-FFFUUUU…- la bocina suena y el vibrar del anden anuncia que el tren esta por partir. Nicolás sube por la escalera y entra en uno de los vagones, Por ser sacerdote tiene un compartimiento individual impuesto por la arquidiócesis.
Se sienta en la butaca y parte rumbo al pueblo de La Aurora, donde lo espera un párroco amigo con el cual charlara sobre todo lo acontecido. Al mirar por la ventana ve alejarse a Ernesto quien lo despide eufórico y este le devuelve el saludo. Pero al final del andén una figura lo observaba distante, callada, que exacerbaba ira y experiencia. Sus ojos profundos lo atrapaban haciéndole casi imposible desviar la mirada. Se distanció del andén, y se perdió entre la gente. A Nicolás le quedo un amargo sabor de boca. Solo podía imaginar porque estaba ahí o si era solamente un aviso, de que no olvidara volver.
El tren se alejó y este se refugió en la lectura de un libro. Pasadas dos horas la entrada del pueblo era visible y en la otra estación su colega lo esperaba. Luego de que el tren hiciera su parada, el sacerdote es recibido.
Nicolás ya llegaste. ¿Cómo has estado?
-Sebastián tanto tiempo sin verte.
-Acompáñame, tengo a todos esperándote. .- ambos se abrazaron y se fueron rumbo a otro lugar.
Llegando a la capilla María Mediadora del pueblo de La Aurora donde Sebastián es párroco, prepararon algo de beber e invitaron a Nicolás a ponerse cómodo.
-Bueno ahora dime porque haz venido con tanta urgencia, no es algo propio de ti.
Es que… han pasado muchas cosas y quería confesarme lo más pronto posible.
¿Tú? Confesarte de urgencia. Mira que has cambiado.
No bromees es serio.
Está bien deja que prepare todo y lo haremos.
Sebastián preparó el confeccionario y se dispuso a escuchar a Nicolás. Comenzó relatando suceso por suceso acontecido durante todo el tiempo en el había conocido al joven. Llegando al momento en el cual tuvo sexo con él.
La mirada de susto y vergüenza que proveían los ojos de Sebastián demostraban a Nicolás, la poca voluntad, que este había tenido en enfrentar tales sucesos. Finalizada la confesión el sacerdote absuelve sus pecados e invita a la reflexión.
-Mira Nico Más que un sacerdote soy tu amigo y no puedo terminar de digerir todo lo que he escuchado. Como pudiste dejar que las cosas lleguen a ese punto.
-No sésolo sucedió.
-¿Solo sucedió? Haz pensado si esto llega a oídos de tu padre. Recuerdas lo que le hicieron a tu hermana… ¿Quieres que te maten?
-Esa es mi mayor preocupación.
-Entonces toma una decisión y ponle punto final a esta locura. Esto no es una broma. -¿Punto final…?
-Abandona esa capilla y pide a la arquidiócesis otro lugar de destino. Tú familia es influyente y te lo otorgarán.
-Pero… ese pueblo es mi vida.
-Tú vida termina, cuándo la de los demás está en juego, como la de ese muchacho o te olvidas que es un menor. Lo mandaran a un internado hasta que sea mayor, y a ti solo dios sabe que te pasaría…
Lo sé.
Entonces hazlo. Yo te ayudaré.
La agonía creciente en el pecho de Nicolás oprimía sus sentidos y lo dejaba a merced de la desesperación. Como podía abandonar todo eso que había construido. Su valiosa comunidad querida, sus vecinos, todo se derrumbaba a su alrededor. Sabiendo que è, l era el único culpable escribió una carta destinada a las autoridades de la iglesia pidiendo otro lugar de residencia. Sebastian lo ayudó a redactarla y él se encargaría de hacerla llegar a destino.
-No hace falta que vuelvas, puedes quedarte aquí hasta que llegue la contestación. Eso tardara solo 2 semanas.
-Que, no puedo mis cosas…
-¿No puedes o no quieres?
-Es que…
-¡Basta Nicolás! Haz lo correcto de ahora en más. Ya suficiente te has dañado. Mandare a buscar tus pertenencias e iré yo mismo.
-Descansa que el viaje ha sido largo. Acompáñame.
Sebastian mostró a Nicolás donde se encontraba su habitación.
-Ahora debo irme pero mas tarde charlaremos de los preparativos. Descansa.
Nicolás se acostó sobre la cama, no podía creer todo lo que sucedía y con que velocidad estaba ocurriendo. ¿Porque debía alejarse de todo? ¿Esa era la solución? se planteaba.
Sin darse cuenta la imagen de Albert aquel día del encuentro, tomándolo y confesando sus sentimientos, aparecieron de la nada en su mente. Lo conmovieron a tal punto, que tapó con sus manos su rostro y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, convirtiéndose lentamente en un torrente.
Ese día lloro, como nunca antes, había llorado en su vida…

Ira, desconsuelo y frustración, emociones humanas capaces de surgir y de destruir al hombre mas entero…
Sólo en su habitación y luego de sentir que había caído en el mismo abismo, éste se levanta y va camino a la sala de la capilla. Sebastián se encuentra sentado en la mesa, rodeado de papeles y libros, debe estudiar, ya que se está preparando para rendir Lenguas Antiguas. Los sacerdotes continuamente se perfeccionan y enriquecen sus conocimientos.
-Por fin te levantaste. ¿estás bien?
-Sí… ¿que hora es? corriendo la silla y sentándose a su lado.
-Ya es muy tarde, más de la diez.
-Dormí tanto…
-Es que te ha afectado mucho verdad.
-Mm
-Dime ¿lo quieres?
Nicolás bajo la mirada y apretó muy fuerte sus manos.
-Le he tomado cariño.
-¿Solo cariño? Recuerda que aun es un niño, que no tiene definido lo que quiere y que está en una etapa experimental de su vida. Aun no puedo creer que te hayas dejado arrastrar.
-Yo creo es sincero.
-Eso crees ¿verdad?… Déjame decirte que estas siendo necio.
Solo quieres escuchar lo que a ti te conviene. No entra a discusión el que sea hombre, tengo la mente abierta y no correspondo a pensamientos arcaicos. Pero no puedo permitir ver como te destruyes, ni como faltas el respeto a la institución de la cual prometiste formar parte, por el resto de tu vida.
Lo sé. Pero… si Dios me ama tanto, no permitiría que sea feliz.
¿Porque te cuestionas eso ahora? Debes elegir que camino tomar. Él solo te esta observando.- Nicolás abrió sus ojos sorprendido, la verdad que estaba escuchando lo asustaba.
Debo informar a Ernesto mi desvinculación con la capilla y mi posible remplazo.
-Ya he comprado con anticipación los boletos. Lo haremos mañana a primera hora. ambos se quedaron charlando hasta altas horas, el juicio de conciencia que aquella noche compartió el sacerdote con su amigo, hizo ver a Nicolás, que camino era correcto tomar. Lo haría si protestar.
Muy temprano por la mañana adelantaron trabajos en la capilla y se dirigieron a la estación. Volverían al pueblo y comenzarían por terminar lo que nunca se tendría que haber iniciado.

Mientras tanto en el Challao, la comunidad continua con su rutina, totalmente inmutables, de todo lo que sucede a su alrededor. L a capilla de Lourdes a ha sido abierta y esta siendo acondicionada, llegó el comunicado de que, por la tarde, llegara el párroco acompañado de otro sacerdote. Y todos desean ir a saludarlo, incluido Albert quien espera con ansias, volver a verlo.
Siendo el mediodía Nicolás llega en el primer tren. Baja acompañado de Sebastian, pues Ernesto los ha venido a buscar. Al llegar a la capilla los vecinos se agolpan a saludarlo. Le preguntan como ha sido su estadía y porque si pensaba quedarse una semana, a vuelto en dos días. Nicolás contesta que ya tendrán su respuesta en una reunión que hará mas tarde. Solo les pide dejarlo tranquilo ya que el viaje a sido agotador y ambos necesitan descansar.
Una vez en el interior de la capilla dejan sus pertenencias y un sonido de golpes llama su atención. Alguien detrás de la puerta llama muy insistentemente.
Sebastian como percibiendo algo, decide ir a contestar; abre la puerta y un rostro tan bello como nuestra santa madre lo mira pronunciando unas pocas palabras.
-Eh el Padre Nicolás a llegado…- Sebastian lo mira con desconfianza y contesta.
-Así que tú ¿debes ser ese joven?
-Que ¿usted me conoce? – por detrás del sacerdote Nicolás divisa al muchacho y sin pensarlo dos veces, corre hacia un lado a Sebastián.
-Albert…
Padre ¿puedo hablar con usted?
-¡No! Por favor ven en otro momento, él debe descansar. – exclamó molesto Sebastián.
-Pero…
-¡Basta! Déjalo… Pasa, hablare contigo. –Nicolás tomó del brazo al joven y lo ingresó al interior de la capilla.
-Iremos al confeccionario, ven.
-¿Que estas haciendo Nicolás?
-Por favor…dame dos minutos y se irá – pidió el sacerdote a su amigo.
-Está bien… solo dos minutos, Te esperare aquí.
-Gracias, ven Albert.
Nicolás y el muchacho fueron a la sala contigua. En ese momento Albert preguntó quien era esa persona y porque lo conocía. El sacerdote se sentó en una silla y atrajo el cuerpo del joven a su lado, tomándolo por las caderas, lo rodeo con sus brazos y lo abrazo fuertemente. El aroma lo mareaba y hacia que su piel se erizara como el frío del inverno.
-Te extrañaré…Albert.
-¿Què esta diciendo padre?
No tenía el coraje suficiente como para decirle al joven que había decidido irse para poder terminar su relación con él. No podía lastimar aquella hermosa sonrisa y destruirla con tal ruin noticia.
-¿Ya no tiene a donde ir?, para escapar de mí.- dijo Albert en un tono burlón sin comprender la totalidad de la situación.
-Siempre tan elocuente, eso es lo que mas me gusta de ti.
-Pero… realmente voy a irme…
-¿Qué, porque? ¿a donde?
-Tranquilo me iré, a un retiro como misionero por un mes. Volveré pronto .
-¿Qué, un mes? ¿Cuando se va?
-Mañana mismo. He venido a buscar mis cosas.
-¡Mañana! Tan pronto. Pero.- las lágrimas salían de los ojos de Albert. Y Nicolás observó con calidez como ese rostro infantil se enrojecía por las mismas.
-No llores… voy a volver. Fue una orden de la arquidiócesis.
-Tee esperareee… Tee lo prometooo… dijo Albert entre sollozos.
Nicolás sintió como si un puñal se hundiera en su pecho y perforara cada uno de sus órganos, en su interior el peso de semejante mentira no era para nada comparado, con el hecho de traicionar aquella inocente promesa juvenil. La incertidumbre los cubrió por completo.
Se abrazaron fuertemente y quedaron inmóviles, en silencio, como si cada uno en su interior sabía que esa seria, la ultima vez, que se volverían a ver…

Continuara…

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