Entre ellas se encontraba una loca – Capítulo 3

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La aterradora experiencia de Raquel

El círculo de amistades de Raquel se había expandido. Ya no simplemente quedaba con sus compañeros de clase para salir los fines de semana, sino que ahora también quedaba de vez en cuando a tomar un café o ver una película con Marta y sus nuevos amigos de la carrera. Y es que, después de haber pasado un año entero conviviendo juntas, para Raquel, Marta ya era casi como su hermana. Debido a que estaban estudiando lejos de sus respectivas ciudades natales y por lo tanto, de sus familias, las dos chicas se apoyaban mucho la una con la otra, lo compartían todo y eso era algo que también reconfortaba a sus respectivas familias.

Una tarde, Raquel volvía tarde de la Universidad, concretamente de la biblioteca de la Universidad. Ese día se tuvo que quedar más tiempo preparando un trabajo muy importante, debido a que en la biblioteca únicamente quedaba un ejemplar del libro que necesitaba y no le permitían llevárselo a casa. Cuando la chica salió de la biblioteca ya era de noche, era una noche muy cerrada y oscura, tanto que únicamente se podían vislumbrar pequeños círculos de luz producidos por las farolas de la zona peatonal del recinto universitario. No se veía a nadie, era como si todos hubiesen desaparecido de repente, con lo que Raquel comenzó a asustarse un poco. Intentaba tranquilizarse pensando que estaba dentro de un recinto universitario, era seguro, había coches de seguridad dando vueltas, no podía pasar nada. Pero la chica no lograba calmarse, algo en su interior le decía que no iba a ser una buena noche.

De repente, mientras cruzaba uno de los jardines del recinto universitario, al fondo le pareció ver una sombra entre dos árboles. Pensó para sí misma que sería producto de su imaginación debido a lo intranquila que estaba. Pero a medida que se iba acercando a esos árboles, lo veía más claramente. No, no se trataba del producto de su imaginación, en verdad había un hombre alto entre esos dos árboles. Parecía que estaba esperando a alguien, pero no le quitaba el ojo de encima a Raquel. Todo era muy sospechoso, tanto que Raquel trató de dar media vuelta y buscar otro camino de regreso al piso de estudiantes. Pero el hombre se dio cuenta de ello y raudo saltó dos arbustos que tenía delante y detuvo a la chica. Seguidamente, se le puso delante y con una aterradora sonrisa que le recorría toda la cara, comenzó a desabrocharse el abrigo largo que llevaba puesto. Por suerte, en ese mismo instante, los dos quedaron cubiertos por la luz de los faros de uno de los coches de seguridad del recinto. Raquel comenzó a gritar y a llorar desesperadamente. El pervertido, al verse la situación, dejó inmediatamente de desabrocharse el abrigo y salió corriendo entre los árboles y arbustos. Uno de los dos guardas de seguridad que iban en el coche, cogió rápidamente una linterna y salió corriendo tras el pervertido, mientras su compañero se quedó atendiendo a Raquel.

El guarda de seguridad convenció a Raquel para subiera al coche y la llevó a la garita más cercana, donde junto con otro compañero, le dieron un vaso de agua y la tranquilizaron todo lo que pudieron. Al rato volvió el guarda que había salido corriendo tras el pervertido, no traía buena cara, con lo que era imposible esperar buenas noticias. Los tres guardas se alejaron de donde estaba Raquel para así poder hablar tranquilamente y que esta no escuchara la conversación, pero no fue suficiente como para que Raquel no supiera qué estaba pasando. Las expresiones y los gestos que ponían los tres guardas de seguridad lo decían todo, el pervertido se les había escapado y ahora andaba rondando por el recinto universitario. No tenían una clara descripción del sospechoso, puesto que estaba todo muy oscuro como para que Raquel o cualquier otro pudiese ver claramente sus rasgos.

Cuando Raquel se tranquilizó un poco y explicó la situación lo mejor que pudo, uno de los guardas, Antonio, el más joven, la acercó con el coche a su piso de estudiantes. Antonio, preocupándose por Raquel, se quedó esperando en el interior del coche hasta que ésta entró en el edificio y vio encendida la luz de su habitación. Entonces, en ese momento, Antonio se quedó tranquilo, arrancó de nuevo el coche y volvió a su puesto de trabajo en el recinto universitario.

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